Otra vez los pasillos de un hospital.
Otra vez siguiendo a alguien
tendido en una camilla, ascensores,
puertas que dan a camastros con gente
inerme en impresentables batas blancas.
Otra vez las jeringas, los algodones,
salas de espera
Otra vez salas de espera.
Otra vez alguien se apresta a dejarme aquí
mirándome desde ojos apagados y rostro de piedra frio
y piel lívida.
Entre enfermeras ascepticas
y una mano que no volverá a partir un pan,
entre enfermeras
administrando los sacramentos seculares
para el dolor y la agonía:
sentiré la inquietud
primodrial, primigenia.
Nuestra carne es comida de gusanos.
miércoles, 18 de febrero de 2009
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