domingo, 5 de julio de 2015

En determinados momentos - como cuando uno se muda o cuando tiene que deshacerse de cosas de la bodega - nos encontramos con cosas que fueron de otros que ya no están. Nos encontramos también con cosas que fueron nuestras, pero que ya no encajan con el presente. Nos encontramos con fotografías viejas, con personas que fueron importantes en algún momento y con quienes ya no hemos cruzado palabra durante años.

Hace ya 3 años que no escribo en este blog. Volver a trajinar lo que aquí se encuentra es el ejercicio de encontrarse con algo que ya no es yo. Aquí quedan las palabras que pensó, imaginó y sintió alguien que fui y que ya no soy. Encomendadas a una solitaria  existencia olvidada ya probablemente por los que alguna vez la frecuentaron -entre los que me incluyo, desaparecerán con la desaparición inexorable de este medio, que debe ser parte de una entidad legal que en algún momento ya no estará más o que la borrará, previo proceso de revisión  revisión aleatoria de contenido (o el procedimiento que este implementado para estos fines), concluya  que ya no se visita, y que por ende, es prescindible.

Quien fui vive en mí, pero ya no es "yo". Quien escribió alguna vez aquí de amor (perdida ya hace años en el desorden del devenir) me resulta muy conocido - mal que mal, fui esa persona - y sin embargo perdido, como un tapiz que se va decolorando y gastando: me resulta un extraño como ese amigo que se encuentra uno luego que años de vida han interpuesto un abismo de estricta y total separación: ya nada queda sino el recuerdo y esa incomodidad y pena de lo que se ha perdido y que no volverá: hay cosas que se reencuentran, pero no se recuperan.

Los eventos y los momentos mutan, y las vivencias que ellos traen también; lo básico, la trama desnuda recurre: recurre la felicidad y el dolor y recurren los problemas, los amigos. los afectos, bajo otras caras: todo esto es cíclico. Quien los va experimentando, el único hilo conductor, no recurre en ciclos. El mismo es un único ciclo, que presencia, vive y habita una realidad que consta de recurrencias. El niño no recurre en el adolescente; el soltero no recurre en el divorciado; el adulto no recurre en el anciano, aunque el Cratilo diga que todos ellos son la misma persona. En esa persona recurre el amor, el dolor, la pérdida, el encuentro, el miedo, el descubrimiento una y otra vez... Pero quien las siente ya no es el mismo cada vez que vuelve a hacer una amistad, a perder a un ser querido, a parir a un hijo, a comenzar un nuevo trabajo. Quienes permanecen sin perderse, tampoco son los mismos. Una pareja de amantes muta con los años´, y en esa mutación arriesga perderse, aunque apuesta a persistir. Un hijo y sus padres no se relacionan igual, excepto que como estos cuidaron y procuraron por aquel, aquel deberá en algún momento, cuidar a estos... Yo siempre me perderé a mi mismo porque mi cuerpo envejece, y con él, muta algo en el interior. Algo tan estúpido como subir 5 pisos por la escalera no es lo mismo que hace 4 años. El mundo sabe diferente con cada estación que pasa, y ese sabor nunca vuelve a ser exactamente igual cuando la estación reaparece al año siguiente.

Antes, buscaba la cara que tenía antes de nacer; hoy me conformo con tratar de reconocer la cara que tengo cada día cuando me miro al espejo. Antes construía castillos hechos de ese intangible que es el futuro: en una palabra, y por mucho que creyera que lograría muchas cosas, soñaba; lo que logré de esos sueños, mi presente, lo vivo lo mejor que puedo y hago lo mejor que puedo con lo que tengo. No tengo certeza alguna de qué me depara el futuro - ya no sueño: he develado que la sustancia de la vida se juega entre el azar de los hechos y una consciencia obstinada que le trata de dar un sentido mediante el actuar.

Hoy he vuelto a escribir sin jactancia ni pretensión alguna. Ya no me apetece ese empalagoso lenguaje sentimentaloide que alguna vez fue mi debilidad, ni quiero llorar lo que se ha ido. Simplemente mirar por última vez (aunque en mi experiencia, las últimas veces son a veces provisorias) como todo lo que dio vida a esas palabras, se va alejando con cada día, difuminándose lentamente en una memoria cada vez menos capaz de retener todo lo que se va acumulando y atestiguar frente a mi mismo como envejecer es ir olvidando.

Pero envejecer también es volver a encontrar lo nuevo, y quien encuentra lo nuevo, también vuelve a nacer, y a develar todo una vez más, con otros ojos y con otro paladar.

Amén.   

    



  

viernes, 26 de julio de 2013

Solidaridad post mortem (dar lo mejor de sí)

Cuando muera, voy a donar mis pulmones, hígado, tabique nasal y corazón.


miércoles, 24 de julio de 2013

Nothing i wanted to pubish

Me niego a publicar un link. Por último que aparezca el video.

Hay lugares que son soñados por todos los hueones como yo. Para mi, estos lugares no están ligados a Baldomero Lillo ni a las postales para turistas. Cada uno tiene un mapa de la realidad y de lo deseado (lo que no es su realidad efectiva) y el mío incluye música anglosajona...

Mandé una queja. Ojalá se me escuche. Ojalá se me permita agregar el link que sigue como un video y no como link.

http://youtu.be/oEf1Qq6upEU

Calfornia or whatever place is a dream for the customer

miércoles, 17 de julio de 2013

Dios salve la familia.

Fé de ratas: en vez de "Hobbes", debe decir "Camus". Mi memoria no es la de antes...

Hobbes dijo que respecto a la naturaleza humana, bastaba mirar a la propia familia para una clase edificante sobre lo que somos y lo que podemos ser. 

Debo admitir que por mucho que simpatice con las miradas obtusas del optimismo, tenía razón .. La naturaleza humana es vil, baja, mentirosa, torcida y necesita de la mentira de forma absoluta para guardar algún grado de amor por si misma, siendo lo abyecta y miserable que realmente es. Sin mentira, no queda amor ni redención. Esto lo comprendió el Nazareno, que decidió hacer la vista gorda a todo para que el amor pudiera tener alguna oportunidad sobre la tierra... Y se dejó clavar a unos maderos junto con criminales. Se calló, inteligente como era, la otra cara de dicho sacrificio, a ver si otro podía descubrirlo. 

Quien mire este acto en todas sus dimensiones, llegará a la misma conclusión: si el hijo de Dios, que es el hijo del hombre, sufrió una muerte más espantosa que ladrones y asesinos (nadie era clavado a la cruz, eso fue una innovación de Poncio Pilato o del Sanderín, vaya a saber uno esas decisiones tras bambalinas), es porque alguien como él no podía asentir a una muerte que no fuera un símbolo de toda la humanidad: incluso el más puro entre los hombres y las mujeres merecía el trato dado a un criminal... quiso decirnos que stodos los somos (exageró un poco, convengámoslo).
¡Que todos nos miren en la altura cuando somos virtuosos! Y que la misericordia divina nos libre de quedar expuestos al juicio y la acusación por obra y gracia de la otra parte de nosotros. Este estercolero es el territorio favorito de abogados, jueces y del new circus, la prensa ... La caída del hombre, terreno fértil sobre el que creció esa doctrina de cerdos que es el cristianismo, con la culpa y el castigo siempre a mano, "con el perdón en los labios y una condena en el corazón", se advino muy bien con Roma, tierra donde la legislación devino ciencia... La ley impone la culpa para todos, si no, ¿para qué se dictan las leyes? Se espera la infracción, y se esperan también la responsabilidad y la culpa. ¿Por qué se dicta la ley "no estacionar en la platabanda" si no han habido antes accidentes causados por dicha conducta? La ley, por ende, el catastro de las culpas humanas, esta informada por la empiria, la escuela del mundo y los hechos, la más vieja que existe y la única que vuelve una y otra vez, sin importar los gritos libertarios, sin importar la doctrina del nazareno, sin importar los derechos y la ilustración, sin importar la psicología moderna... Vuelve siempre con la misma divisa: nada somos sino escoria, y nos merecemos por ende un sistema judicial.

Se adviene muy bien con la prensa y el espectáculo, presta siempre a vender lo que el consumidor quiera... el espectáculo de la caída, el morbo de las falencias y flaquezas, la delicia de ver en torno de uno testimonios de la debilidad humana, para comentar y reírse... sobre todo para sentirse por sobre eso. Extraña cualidad de hombres y mujeres: mientras haya otros que expongan nuestros vicios, nos reimos y juzgamos, siendo que muchas veces compartimos dichas falencias y hemos caído en los mismos pozos... sólo que pasamos inadvertidos. Será que ver en otros nuestras propias falencias nos hace olvidar. ("¿No le parece lógico? La cosa es no seguir siendo lógicos, y sobre todo evitar el juicio"). 

Sean como sean las cosas, cloaca es el alma humana, cloaca los ojos que ven el mundo y lo interpretan, cloaca las canciones de cuna con que arrullamos a nuestros hijos, condenados con  nuestra crianza (nuestro ejemplo), a ser escoria como nosotros. Si el efecto no puede ser nada que no este en sus causas, se entiende con creces la sentencia, llena de sapiencia, de un borracho y disoluto: "forgive the poor old people who gave us entry, taught us god and the child's prayer in the night". Del mentiroso sale otro, del asesino sale otro, del libidinoso, del extorsionador, sale otro igual a su causa. Eso lo avala la psicología moderna... Se necesita el perdón para partir de nuevo de cero, tabula rasa... Pero siempre se itera en lo mismo... Se dijo antes que sin importar que entremedio hayamos cambiado, las consecuencias de nuestros actos siempre nos alcanzan... Risible nuestra naturaleza, siempre a las escondidas y las escapadas; odiosa la cara del mundo y de los otros, siempre tan implacables con los yerros ajenos, siempre tan indulgente con los yerros propios. Siempre se me han hecho odiosas las relaciones humanas, ¿vaya uno a saber por qué?

Ayuda ver que del santo nunca salen hijos... la santidad y la probidad tienen por regla general no procrear porque son de otro reino: "regnum meum non est de hoc mundo".  

Valle de lágrimas es el mundo que habitamos... merecido lo tenemos... Salud por eso...

Fiat iusticia, pereat mundus...








miércoles, 26 de junio de 2013

NOX

Hace mucho tiempo que no daba la vuelta sólo a la noche. Afuera hace frío, aquí hay una estufa que calienta mi pequeño departamento lleno de humo (hay vicios que nunca se dejan), y le quito el bulto al trabajo como siempre.

No se en qué pensaba Dios cuando creó la noche (iluso yo, queriendo saber que pensaba Dios). Quizás sin saberlo nos abrió una ventana hacia su esencia, porque la noche siempre es silenciosa y con las luces lejanas que se van apagando, crece el misterio del cielo estrellado, de la niebla en invierno, y crece la oscuridad que es el misterio,  se abren a las cabezas y los sentidos de los insomnes vastos a llanos interiores (recuerdos y sensaciones de lo que fue y no volverá, de lo que es y esta inacabado, de lo que será...) que se mezclan con la realidad mientras hurguetéan sus narices frente al espejo y el reloj marca el tiempo: tic-tac, tic-tac.

No quisiera que la noche llegara a su fin. Me perdería en las luces de neón, hablaría con fantasmas y muertos y vagos, pintaría la ciudad bienamada de mis recuerdos y cantaría alabanzas al misterio oscuro de la materia ... Hécate, Hades, Lucifer... En la botella un arcoiris.... Alguna vez quise encontrar la cara que tenía antes de nacer... La noche me la revelaría, ya que detrás del velo esta la rosa y detrás de la rosa esta Dios. Pero mis sentidos hechos de materia y dolor son parcos e insuficientes, y siempre vuelve la luz y el astro y los ojos me arden...

Nox aeternitas aeternitatis...

viernes, 31 de mayo de 2013

Sobre lo Obsequadas que son las Palabras

No existe persona alguna que no agote su repertorio. Con terquedad vuelve siempre y con insistencia nuestros hábitos nos ganan, con las emociones predominantes y los pensamientos que se pierden por el desierto del mundo para volver a las mismas apreciaciones y las mismas conclusiones.

Alguna vez jugé a ser Alicia y bebía de todas las botellitas. Pase por el País de las Maravillas, que resultó cansarme como me cansa mi ciudad bienamada, como me cansaron las palomas y las iglesias y la salvación. Nunca me cansó escribir, pero comenzé a descubrir que escribir es una constante iteración.

Entiendo ahora que tenemos pocas cosas que decir... Extraña verdad siendo el mundo tan vasto y habiendo tanto en que fijarse.  Y a pesar de su abundancia, las palabras son la expresión de un entendimiento estrecho, obseso, siempre volviendo a sus mismos temas. Quisiera volver a la primera hoja en blanco de hace tantos años, donde no había dicho nada aún. Era posible soñar, era posible aprender porque una hoja en blanco es nada, que en el mundo de las posibilidades es todo.

Pero eso es pasado. El presente que quisiera expresar no se amolda a mis hábitos y no puedo urdir en estas palabras lo que ocurre. El amor actual nunca se ha dejado reflejar en mis palabras, que se avienen con tosudez a la nostalgía, al peso del pasado, a la soledad, al futuro posible del deseo, los vicios de la carne y la espirituosa.

Pero hay amor presente en mi vida y, junto con él, hay felicidad y tribulación, saltos inseguros a territorios desconocidos, una cama compartida y mucha nicotina. Una frondosa cabellera ensortijada y una sonrisa que no gasta su influjo después de todo este tiempo.

Mi ciudad bienamada, vieja compañera de la soledad, se vuelve desconocida... Las plazas, iglesias, palomas, bares y calles dejan de ser el mapa de las heridas del tiempo insoslayable. Las palabras me desconocen, porque ya no las puedo usar para detenerme en la pena y han quedado huerfanas del propósito que les avenía por costumbre.

Quería envejecer tranquilo. Quería escribir en mil variaciones mi ciudad y sus cambios. Quería la soledad y la libertad del deseo for the sake of itself, de la intimidad vacía de emociones, sensaciones puras ojos y bocas que devorándome con avidez furtiva desaparecien con la llegada de la mañana. Quería exhumar el perdón de Cristo, perdido bajo el barro y la mugre del cristianismo culposo. Quería tantas cosas, y a eso se acostumbraron las palabras.

Pero han mudado las cosas. El niño que se miraba en la fuente con su hermana ya no juegan en la plaza, pero seguimos codiciando los burbujeros y el mote con huesillo y los sigo mirando con los mismos ojos de hace años, cuando eran hojas en blanco, recien llegados. Se pulirá su entendimiento contra la piedra de la experiencia, y terminarán tarareando el mismo tema que todos musitan al llegar a la adultez en algún momento:

"Forgive the poor old people that gave us entry, taught us god and the child's prayer in the night". ("American Prayer" J. Morrison).

Que tañan las campanas, que vuelen las palomas, que los niños crecieron y la vida mutó como siempre. Que se vayan a otra parte las palomas y las plazas, hasta que se acostumbren a signarte, X L C, y no a signar la pena o la nostalgia o la calentura o la borrachera.


Un beso.

jueves, 9 de agosto de 2012

El Escepticismo

No huelga decir que el escepticismo puede versar sobre otros temas además de contenido del conocimiento y su conexión con los hechos. El escepticismo puede versar sobre las acciones del hombre - lo que implica un juicio de valor acerca de su alma: se desconfía de la naturaleza humana, como en filosofía y ciencias se puede dudar de la "adequatio rei et intellectus". La experiencia apunta a que  el "fenómeno hombre" (el objeto fenoménico que existe fisicamente, habla, se mueve, actua) y el "noumeno hombre" (aquellas que expresa por sus palabras - la caja negra del behaviorismo o el noumeno hombre: el alma, la mente, como se quiera llamar aquella evanescencia que inducimos para tratar de explicar las acciones concretas y reales: un fantasma metafísico al fin y al cabo) parecen no coincidir. 

La historia del escepticismo en la vida de los hombres pasa por etapas, ligadas a la edad y el tiempo de contacto con las realidades de este valle de lágrimas. Sin embargo, puede reducirse a dos formas, una que parece cumplirse siempre; la otra es posible, dependiendo de como el noumeno que llamamos "yo" digiere la experiencia. 

1) La primera forma del escepticismo esta volcada hacia afuera. Se suponen una serie de "valores", "principios", "códigos", etc. que se llaman "buenos/malos", "correctos/incorrectos", que debieran trasuntar la conducta evidente de los hombres. Uno empieza, por la experiencia, a dudar que los hombres realmente se guien por esos valores, por mucho que se excusen y los pregonen como la base de su conducta.

Esta primera forma, sin embargo, tiene el interesante matiz de basarse en la creencia en dichos valores y principios - y, más interesantemente, n la creencia que nosotros sí somos la encarnación de ellos: es el escepticismo típico de aquellos que juzgan a los demás. El juicio moral, al igual que la legislación, presuponen la falta. La siguiente forma de pensar es verosimil en este contexto:

No existe legislación para el tráfico espacial, como hasta hace unos diez años no existía legislación sobre informática. Esto, porque al no haber experiencia de acciones ilícitas en estos ámbitos, no puede haber legislación. La legislación implica la experiencia de la falta y la necesidad de refrenarla. Por ende, la legislación presupone la falta, y la existencia de leyes regulando la convivencia de los hombres es que estos son "intrínsecamente" malvados - El leviatán siempre tiene la espada y la balanza: juicio y castigo son los sacramentos de la vida social, de la decencia, de la legalidad y del bien. Sin ellos, no exisitirá el bien en el mundo... Así lee el mundo el juez, el legislador, el abogado...

El juicio moral, y la superioridad moral impican el mismo mecanismo: las personas son intrínsecamente malvadas y reprobables: por ende merecen el juicio que se emite sobre ellas: si no son culpables de vicios reprobables, homicidio, libertinaje, lo son de otras cosas como hablar por la espalda, decir una cosa y hacer otra... La persona que enjuicia al resto siempre esta esperando la caída y la falta.

Pero esta persona basa su juicio en una superioridad: todo juez siempre se pone en la altura, mirando desde su estrado a los hombres que están allá al frente. Lo protege el martillo y la potestad de la ley o del juicio moral, emitido en nombre de la bondad y la decencia y miles de otras cosas.

La mirada escéptica típica de los adolescentes y jovenes, las viejas beatas, las personas "decentes" esta volcada esencialmente hacia afuera: juzgamos lo que pasa a nuestro alrededor, emitimos juicio, sólos o en la compañía de amigos alrededor de la cerveza, con la certeza que "ellos" son así... Pero "yo" no... Esta mirada nunca mira hacia adentro...

La segunda forma de escepticismo es justamente cuando la mirada crítica se vuelca hacia uno mismo y su ser nouménico: somos desconocidos para nosotros mismos porque siempre estamos mirando hacia afuera. Nuestro noumeno tiene toda serie de defensas para nosotros y nuestras acciones: no perdonamos las debilidades de nadie excepto las nuestras, y con nadie somos comprensivos excepto con nosotros mismos, y nos cegamos a la evidencia fenoménica y la olvidamos, acomodamos, terjiverzamos:

"Dice la memoria: 'yo he hecho esto'. Dice el orgullo: 'yo no puedo haber hecho eso'. Al final la memoria cede."

Pero a veces, por aquí y por allá, el noumeno percibe al fenómeno tal cual es: y se da cuenta que él tampoco la manifestación en el mundo de la virtud y la moral (sea cual sea la que entienda). El escepticismo se vuelca hacia adentro.

Entretengo la posibilidad de que Cristo fuese este tipo de escéptico. Su doctrina apunta a eso: el moto "ama a tu hermano como a tí mismo" resuena en mis oídos a "perdona a tu hermano como te perdonas a ti mismo". Mal que mal, somos la misma estirpe despreciable y voluble, todos ciegos, escupiendonos unos a otros en la ilusión de nuestra personal probidad y la falta de la misma en los otros. Una vez que el otro se vuelve el espejo de uno mísmo, quedan varios caminos. El de Jean Baptiste Clamence siendo uno sumamente interesante: juzgarse y condenarse públicamente a uno mismo, para así poder juzgar a los otros. El truco es pasar de "yo" a "nosotros". Pero Cristo ofrece otro, difícil e improbable como el de Buddha o de cualquier derviche que haya predicado la salvación a los hombres, pero mejor que el severo camino de occidente: revertir la fórmula de la ley. Si la legislación y el poder de la espada son del Cesar, y este camino es la condena y la culpa y la mirada vigilante y lista para vertir nuestra sangre de ser necesario, y este camino dice "el hombre es intrínsecamente malo, y la bondad en el sólo sale de la coacción y el miedo" (mal que mal, el leviatán se arroga los instrumentos de los hombres iracundos, elevandose como el mayor matón de todos, que se impone a los demás por la mera fuerza y por eso establece un orden de respeto y civilidad)... Si esto es así, entonces la salvación consiste en la cara opuesta a dicha moneda: "el hombre es intrínsecamente bueno, aunque a veces o casi siempre obra el mal".

(continuará)

viernes, 3 de agosto de 2012

Un Despropósito

Lo impulsó un día su hastío de sí y de los demás. Otros, con determinaciones similares y cansancio similar de sus congeneres, según recolectó de anécdotas varias, cambian de país, optan por retirarse ya sea tras la sotana, la virtud de la ascética, las comunidades ecológicas... Los más osados terminan navegando en grandes barcos mercantes o en África haciendo quien sabe qué. Su caso también era diferente, por el hecho adicional de que estaba deshauciado.

Hastiado como estaba también de si mismo - no sólo de los demás, como sus congeneres virtuosos, optó por el camino opuesto a estos. Dejó como todos el trabajo y su familia y las amistades - de un plumazo, sin explicaciones, se desvanenció. Ubicado en otra ciudad, encontró su solaz en los lugares de la decadencia y entre la escoria. Alternó alcohol y nicotina, sexo (gratuito las menos, pagado las más de las veces) y toda una farmacopea de estimulantes, depresivos... y lentamente se fue perdiendo en el olvido de sí... y con el olvido fue perdiendo sus trabajos, su dinero, su respetabilidad... Rápidamente, cuando el dinero empezó a escasear y su salud a romperse, pudo mudarse a una residencia digna de su afán: una pequeña pieza de muros cebientos, baño común compartido con proxenetas, traficantes, anarquistas, adolescentes. Se sintió complacido cuando el dueño (un hombre bajo, gordo y de mirada sórdida) le dijo que no había contratos, que debía pagar el primero de cada mes, y que el alquiler incluía el agua y la electricidad - un día de atraso y quedaba en la calle (además de informarle que no se respondía por ´robos y que era su responsabilidad como resguardar su espacio): supo que nadie iba a hacer preguntas y que lo dejarían a sus anchas. Aunque ya el dinero era muy difícil de conseguir, el alcohol y la nicotina y la renta podían costearse con los trabajos cada vez más escasos y efímeros que podía conseguir, y se sintió contento de encontrar un lugar donde hundirse... Pero había una pareja de ancianos que también habían terminado sus días en semejante residencia.

Cada noche se sentaba frente a su ventana: asomaba a un patio interior común al que daban todas las ventanas. Allá, cuatro pisos más abajo, se amontonaba la basura, las ropas en bateas esperaban ser fregadas remojándose eternamente y un par de niños mugrientos jugaban con los mocos colgando entre la ropa tendida, todas las noches igual, mientras se escuchaban voces y gritos con toda clase de acentos y proveniencias saliendo de las ventanas con maceteros, ropa estilando, siluetas fumando y un par de viejas que se gritaban de un lado del patio al otro. Su ventana daba a la de los ancianos: los estudiaba cada noche, como postrera entretención, mirado desde la oscuridad. Todas las noches, a eso de las diez, el viejo sacaba de debajo de un armario un maletín. Lo ponía con todo cuidado sobre el destartalado tocador que ella tenía. Un espejo ya empañado por los años recogía la imagen de la anciana, que con trémula dedicación, sacaba del mismo armario un vestido para ponérselo, instalarse frente al tocador y pintarse, mientras el viejo abría el maletín, que contenía un gramófono, y ponía un disco de vinilo. Luego, el viejo se sentaba y miraba a su mujer, de carnes flácidas y pelo gris arreglarse, se ponía un sombrero de fieltro y un pañuelo de seda.

Bailaban tango todas las noches. Ese invierno fue feliz, porque era hermoso verlos mientras caía la lluvia, y los acordes y el canto llegaban como por detrás de las goteras. El resto de las ventanas se cerraban, los niños se guardaban y descendía el silencio sobre el cuadrado central. Esos meses pudo, mientras su cuerpo colapsaba vomitando sangre en el escusado y tosiendo y demarcandose, escuchar bandoneones y violines, y presenciar el amor que llega hasta el final, como sus abuelos alguna vez. Meditó ese amor rigido en las costumbres que ya no son rutina sino la realidad de la dependencia mutua y una vida entera compartida: ritos que son todo, sobre todo de viejo, cuando no queda nada más que el otro y los rituales en común y la vida se vive mirando hacia atrás - queda aferrarse a la repetición de lo único familiar, al único rostro que permanece, la sobrevivencia y el encierro en ese pasado que es todo para las pobres almas sobre las que pesa la cercanía de la muerte. Meditó en lo que veía repetirse noche tras noche, pensó que el alma se aferra a algo ya que el no tener ataduras y yugos y costumbres es demasiado solitario, que los hombres (y las mujeres) no se soportan a sí mismos: al ser libres comienzan a detestar la vida y el peso de los minutos - la vida necesita algo que la encuace y la contenga, porque sino es informe y nociva. "No servimos para la libertad y por eso corremos a los brazos de las mujeres, a llenar las horas con el trabajo, o a olvidarnos en cualquier entretención". Medito sobre el amor e incluso sollozó un par de noches, ebrio con ron y con el pasado. La botella bajaba hasta quedar vacía y en el cenicero se acumulaban hasta reventar colillas de cigarros; la borrachera traía el sueño y el alivio del dolor, y los viejos bailaban lenta y torpemente.

Pasaron así varios meses. Esperaba todas las noches ese momento, ávido. Sintió que los acompañaba en el descenso a la tumba: Ellos habían concluido ya con largeza su tiempo, sombras vueltas al recuerdo, congeladas en su romance  sin lugar en el mundo, cobijados bajo el sombrío santuario del caserón decadente y sus goteras, cortocircuitos constantes, baja estofa, mugre, ratones; él, a fuerza de la voluntad de hierro, relegándose para desaparecer pronto, sin escándalo... Llegó la primavera, y luego el verano.

Hasta que una noche calurosa los viejos no abrieron los postigos y sintió la ausencia del gramófono y de los viejos, y la realidad lo abofeteó: los gritos y risas y peleas que atravesaban los muros y entraban por la ventana, y el olor rancio de su pieza, que, con decisión, había dejado de asear. (No había sabido, dormido como siempre bajo el calor y la borrachera constante, que la vieja había sido llevada en una camilla, con el viejecillo detrás, con su bastón y las lágrimas que no terminaban de caer por su cara, llena de surcos). Pasaron dos días, y esperó paciente frente a su ventana. Con desazón empezó a elucubrar miles de posibilidades. La creciente desesperación, vino con un sentimiento de abanadono, de quedarse totalmente sólo... Pero por fin, tras cuatro noches eternas, la ventana se abrió. Sonó el gramófono, el viejo se paró frente a la ventana.

"La tarde es gris
hoy quiero soñar.
-Quien fue feliz
sabe recordar...-"

  Mientras tosía y sentía desgarrarse algo adentro, sintió la felicidad olvidada que sintió de niño cuando encontró un juguete que había desaparecido por semanas, y otra vez cuando volvió un amor que creyó perdido. La anciana no estaba. Se dió cuenta que durante esos días ella había muerto. El viejo se paseó; se inclinó sobre una palangana y mojó los pocos cabellos que le quedaban, abrió un pote y se untó gomina en el pelo.

"¡Dice la vida:
lo que se fue no vuelve!...
Canta el ensueño
que ha de volver"*

  Con la parsimonia y el anqulosamiento de los años, tomó su sombrero, se paró frente al espejo, se lo probó, se acomodó el pañuelo al bolsillo superior de la chaqueta, lustró y luego se puso unos zapatos con polainas. Miró el vestidor con los maquillajes. Por primera vez se dió cuenta los viejos tenían una foto. Quiso imaginarla en blanco y negro, en una tanguería, jóvenes y felices.

Luego de mirarse al espejo y dejarse pulcro, presentable y hasta elegante, el viejo se paró frente a la ventana, esperando hasta que terminó la música. Ante su mirada espía, la mano del viejo sacó una pequeño pistola del bolsillo de su chaqueta. No hubo duda, no hubo vacilación, y el viejo, por primera vez, miró sereno en su dirección, le sonrió y sonó el disparo.

Comenzaron el alboroto y los gritos. Cerró veloz los postigos para que nadie supiera que había sido testigo, y abrió la segunda botella. La tomó por el cuello y brindó por los viejos y por su amor. Sintió que era el momento, sintió que lo último se había ido. El mundo, derepente un instrumento hermoso y lleno de propósito, empezó a nublarse y a retroceder.

Un olor pestilente proveniente de la pieza 43 alertó a los residentes. Tocaron y no atendió nadie. Al fin, alguien derribó la puerta: un hombre de mediana edad yacía en el suelo boca arriba. Dos botellas de ron yacían vacías en el suelo mugriento de manchas y grasa, como la camisa, la cama, los muros y las moscas se cebaban volando de un lado a otro (algunos inquilinos quedaron decepcionados porque no encontraron mucho que llevarse). Alguien llamó al dueño, quien a su vez llamó a la policía (cuando llegaron, en un segundo el pasillo estaba vacío y quedó el dueño y un par de personas más) y a un médico. El occiso Tenía un papel en la mano, una anotación garrapateada, quizás de algún libro, aunque en entre sus cosas no se encontró libro alguno "...aún en la sombra, busca la luz". La revisión rápida del cuerpo dictaminó que se había ahogado en su propio vómito.

*"¡Adiós Querida!": C Volpe/H Salgán

martes, 21 de febrero de 2012

From a male perspective

"Si la lluvia llega hasta aquí
Voy a limitarme a vivir
Mojare mi alas 
como el árbol o el ángel,
O tal vez muera de pena"
Flaco Spinetta, "Canción para  los Días de la Vida"

Tanto pasa por las vidas de los hombres. Y tantas pasan por la vida de los hombres. En trechos cortos o largos años están al lado de uno tomándonos la mano... Valió la pena el pecado y la caída. Valió la pena el dolor y el trabajo...

Repasamos en la soledad su presencia, siempre aprendiendo a destiempo, y sin importar lo que hayamos dicho, cada una tiene su lugar y su importancia y  recuerdo y deseo y pena.

En la lluvia o el calor o los pastos o el libertinaje...

My respectful regards






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