domingo, 5 de julio de 2015

En determinados momentos - como cuando uno se muda o cuando tiene que deshacerse de cosas de la bodega - nos encontramos con cosas que fueron de otros que ya no están. Nos encontramos también con cosas que fueron nuestras, pero que ya no encajan con el presente. Nos encontramos con fotografías viejas, con personas que fueron importantes en algún momento y con quienes ya no hemos cruzado palabra durante años.

Hace ya 3 años que no escribo en este blog. Volver a trajinar lo que aquí se encuentra es el ejercicio de encontrarse con algo que ya no es yo. Aquí quedan las palabras que pensó, imaginó y sintió alguien que fui y que ya no soy. Encomendadas a una solitaria  existencia olvidada ya probablemente por los que alguna vez la frecuentaron -entre los que me incluyo, desaparecerán con la desaparición inexorable de este medio, que debe ser parte de una entidad legal que en algún momento ya no estará más o que la borrará, previo proceso de revisión  revisión aleatoria de contenido (o el procedimiento que este implementado para estos fines), concluya  que ya no se visita, y que por ende, es prescindible.

Quien fui vive en mí, pero ya no es "yo". Quien escribió alguna vez aquí de amor (perdida ya hace años en el desorden del devenir) me resulta muy conocido - mal que mal, fui esa persona - y sin embargo perdido, como un tapiz que se va decolorando y gastando: me resulta un extraño como ese amigo que se encuentra uno luego que años de vida han interpuesto un abismo de estricta y total separación: ya nada queda sino el recuerdo y esa incomodidad y pena de lo que se ha perdido y que no volverá: hay cosas que se reencuentran, pero no se recuperan.

Los eventos y los momentos mutan, y las vivencias que ellos traen también; lo básico, la trama desnuda recurre: recurre la felicidad y el dolor y recurren los problemas, los amigos. los afectos, bajo otras caras: todo esto es cíclico. Quien los va experimentando, el único hilo conductor, no recurre en ciclos. El mismo es un único ciclo, que presencia, vive y habita una realidad que consta de recurrencias. El niño no recurre en el adolescente; el soltero no recurre en el divorciado; el adulto no recurre en el anciano, aunque el Cratilo diga que todos ellos son la misma persona. En esa persona recurre el amor, el dolor, la pérdida, el encuentro, el miedo, el descubrimiento una y otra vez... Pero quien las siente ya no es el mismo cada vez que vuelve a hacer una amistad, a perder a un ser querido, a parir a un hijo, a comenzar un nuevo trabajo. Quienes permanecen sin perderse, tampoco son los mismos. Una pareja de amantes muta con los años´, y en esa mutación arriesga perderse, aunque apuesta a persistir. Un hijo y sus padres no se relacionan igual, excepto que como estos cuidaron y procuraron por aquel, aquel deberá en algún momento, cuidar a estos... Yo siempre me perderé a mi mismo porque mi cuerpo envejece, y con él, muta algo en el interior. Algo tan estúpido como subir 5 pisos por la escalera no es lo mismo que hace 4 años. El mundo sabe diferente con cada estación que pasa, y ese sabor nunca vuelve a ser exactamente igual cuando la estación reaparece al año siguiente.

Antes, buscaba la cara que tenía antes de nacer; hoy me conformo con tratar de reconocer la cara que tengo cada día cuando me miro al espejo. Antes construía castillos hechos de ese intangible que es el futuro: en una palabra, y por mucho que creyera que lograría muchas cosas, soñaba; lo que logré de esos sueños, mi presente, lo vivo lo mejor que puedo y hago lo mejor que puedo con lo que tengo. No tengo certeza alguna de qué me depara el futuro - ya no sueño: he develado que la sustancia de la vida se juega entre el azar de los hechos y una consciencia obstinada que le trata de dar un sentido mediante el actuar.

Hoy he vuelto a escribir sin jactancia ni pretensión alguna. Ya no me apetece ese empalagoso lenguaje sentimentaloide que alguna vez fue mi debilidad, ni quiero llorar lo que se ha ido. Simplemente mirar por última vez (aunque en mi experiencia, las últimas veces son a veces provisorias) como todo lo que dio vida a esas palabras, se va alejando con cada día, difuminándose lentamente en una memoria cada vez menos capaz de retener todo lo que se va acumulando y atestiguar frente a mi mismo como envejecer es ir olvidando.

Pero envejecer también es volver a encontrar lo nuevo, y quien encuentra lo nuevo, también vuelve a nacer, y a develar todo una vez más, con otros ojos y con otro paladar.

Amén.   

    



  
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