La volición y el pensamiento parecen ser objetos de la religión cristiana: dejarlos por la renuncia y la fé. Si la volición tiene por objeto lo sensible, lo que entra por los ojos los oidos, la piel, es decir, lo plancentero, entonces es mala... Si el pensamiento es inquisitivo y busca las fuentes primordiales de lo que es, es sacrílego. La volición debe querer la castidad, la renuncia, es decir, cesar de tener un objeto concreto y reemplazarlo por algo abstracto para querer (la pureza, la castidad: todos sinónimos de renuncia). El pensamiento debe obedecer a la fé y justificarla... En ambos casos, se subvierte el sentido intrínseco tanto de la volición como del pensamiento.
Por eso me gusta el misticismo, que no es como la fé: se basa en la fé de que se puede llegar a la divinidad que se busca; se basa en que esta puede experimentarse aqui y ahora y en nosotros y en el mundo, no en un más allá que queda tras el pórtico negro de cuervos y tue tues mirandonos en el lecho de muerte, balbuceando la agonía de la vida encarnada... Me gusta porque ahora es siempre el momento, ahora es todo perfecto, ahora es la eternidad... El misticismo tambien es una promesa, pero a través de ella, a diferencia de la fe cristiana, se llega a amar el mundo, y a disfrutar del sol que sale, de los árboles y los grillos y las libélulas... Deus in omnibus ist, nunc et par secula seculorum... El misticismo nos dice que estamos salvos si queremos verlo, que el reino esta en nuestro corazón, en nuestra cabeza... y que trasponiendo el velo, esta Dios...
martes, 2 de junio de 2009
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