"Hoy he vagado en la tarde por la naturaleza toda. He sentido luz de música en mi Piel y su ubicuidad se disfraza de rojo y de dorado. Esta tarde la tristeza fue música, y torbellinos de paz. Todos los espíritus se bañaban en el filtro del sol. Todos los espíritus celestes se abrieron como Flores y se unieron.
En mis manos crecieron flores blancas"
(Fernando Sotomayor, QEPD).
En mis manos crecieron flores blancas"
(Fernando Sotomayor, QEPD).
Estas palabras son un fragmento de lo que me llegó una tarde en una hoja de papel. El autor ya muerto de cáncer las escribió unas semanas antes de volver a la tierra. Fueron parte del incendio que arrasó el horizonte de mi conciencia. Tras esas palabras presentí una vez más lo que siempre habían presentido mis sentidos, lo que había negado mi razón, empecinada en la ceguera. Son palabras poderosas, se emiten más allá del reino de las palabras, hacen aparecer a Dios en el vuelo de una libélula, en la triste y lenta lluvia de los domingos de invierno, en todo lo que vemos, tocamos, oímos y respiramos.
Entiendo ahora que no hay que buscar: la salvación es en todo momento, en todo. Tú, Fernando, te la topaste cuando mirabas de frente a la muerte ya insoslayable, al dolor terminal y la extinción del cuerpo. Quizás te diste cuenta que estuvo allí siempre. Te agradece este don con lágrimas solitarias alguien que nunca supiste existía. Cuando esté gastado por el devenir de las cosas como es el destino que a todo toca, espero haber superado el insuficiente entendimiento, que es mero balbuceo errático y razguñar la superificie. Que el presentimiento ya no sea intermitencias en medio de la confusión del deseo y la necesidad, de los azares de vivir y de las cosas y las caras que llegan y se van, sino la visión constante de lo que esta allí adelante: que me envuelva también el lenguaje de Dios y fluya con mi sangre, mueva mis pies y salga por mis ojos. El lenguaje de Dios es la quietud y la belleza que anima todo y a lo que todo revierte.
Epifanía: "manifestación visible de una divinidad escondida".
Entiendo ahora que no hay que buscar: la salvación es en todo momento, en todo. Tú, Fernando, te la topaste cuando mirabas de frente a la muerte ya insoslayable, al dolor terminal y la extinción del cuerpo. Quizás te diste cuenta que estuvo allí siempre. Te agradece este don con lágrimas solitarias alguien que nunca supiste existía. Cuando esté gastado por el devenir de las cosas como es el destino que a todo toca, espero haber superado el insuficiente entendimiento, que es mero balbuceo errático y razguñar la superificie. Que el presentimiento ya no sea intermitencias en medio de la confusión del deseo y la necesidad, de los azares de vivir y de las cosas y las caras que llegan y se van, sino la visión constante de lo que esta allí adelante: que me envuelva también el lenguaje de Dios y fluya con mi sangre, mueva mis pies y salga por mis ojos. El lenguaje de Dios es la quietud y la belleza que anima todo y a lo que todo revierte.
Epifanía: "manifestación visible de una divinidad escondida".
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