lunes, 4 de enero de 2010

Weltschmerz


A la memoria de PSM, AS y RS.

Una persona camina por las calles durante la noche. Vagando, llega frente a un edificio que ha frecuentado anteriormente. Entra y no es detenido porque los concerjes lo conocen. Sube en el ascensor hasta el veinteavo piso. Se para frente a las escaleras. Fuma dos cajetillas de cigarros. Después de dos horas de estar allí, se lanza al vacío.

Hay dos horas entre el momento en que llega al lugar y el momento en que comete suicidio. Uno puede venturar que pasó por su cabeza, preguntarse por qué lo hizo, culparse, mirar en retrospectiva y buscar los indicios que debieron haberse notado... Los suicidas normalmente demoran el acto. Uno quisiera entender por qué. El miedo a la muerte es algo que se lleva en la carne, y sin embargo estas personas parecen haber anulado semejante reacción. Dado que no es una lucha con el miedo, la pregunta vuelve otra vez: ¿Qué es lo que explica que los suicidas miren el agua desde el puente, el abismo desde la corniza, preparen la carta o ajusten la soga y dejen la banca alineada? ¿Será el desprecio final por una vida en la que ya no desean parte? ¿Será el goce final del mundo de los sentidos? ¿Querrán mirar una vez más un mundo cargado de circunstancias agobiantes, y sentir el alivio de no tener que encararlo otra vez con la salida del sol? ¿Buscarán la razón que los impulse a dar marcha atrás y soportar un día más arrastrando el metro con los pies, las calles en la ventana de la micro?

La tradición cristiana analizó el alma humana para disectar el pecado. Al suicida corresponde el estado de la asedia (acedia).  Es "el dolor del mundo". La acedia es la sintomatología psicológica que lleva a una de las formas de la pereza: cuando todo deja de importar, incluso que a uno ya no le importa. Se deja de hacer cualquier cosa: trabajar, comer, orar, ya que pesan sobre el alma y duelen. Sobreviene en el monje, al momento del mediodía, y es un demonio: el demonio del mediodía. Sin embargo, tras la acedia hay un concepto más general y más acorde con el suicida: la desperatio. La desperatio es la antítesis de la esperanza. Y la esperanza es acerca de dos posibles cosas: los bienes y placeres del mundo y la otra apunta a Dios y la esperanza de la redención. La desperatio es desesperar del mundo y de Dios. Un estado en el que sobreviene la acedia: sin esperanza, la persona se deja estar hasta el punto de no preocuparse de su bienestar; incluso dicen que"desespera de su salvación". Sin embargo, eso no necesariamente lleva al suicidio. El suicidio es desperare: llevar la desesperanza (dejar de tener esperanza) al acto. Es el último escape: primero se escapa de la gracia divina hacia los bienes de este mundo. Pero a veces este mundo se vuelve pesado y se experimenta el "dolor del mundo". Finalmente se llega al suicidio.

Encuentro que el personalizar estos impulsos es acertado. Me pregunto si será realmente esa persona la que comete ese acto.  Hay toda una nomenclatura de "demonios" que sobrevienen en las personas: cuando un impulso o estado de ánimo se vuelve predominante, se supone un demonio actuando. El que desespera esta bajo la egida de Belphegor, demonio de la pereza. Esta idea de personalizar nuestros impulsos es interesante. No sólo esta presente en el cristianismo: las corrientes esotéricas y las religiones orientales nos hablan del astral inferior...En todos ellos, hay voluntades, fuerzas personalizadas que de una u otra forma se apoderan de la persona del suicida, del vicioso, del sexópata, etc. La psicología y la ciencia tampoco escapan a esta tendencia a llenarnos de entidades. Bajo categorías como subconsciente, superego, etc., el psicoanálisis escindió la personalidad como la imagen en un espejo roto. La terapia tendría que reconstruir una imagen "normal" sin resquebrajamientos, deformaciones, magnificaciones, etc.

Sea por demonios, sucubos o incubos, tendencias inconscientes...todos coinciden en que nuestro "nosotros" esta transido de cosas que "no son nosotros".

Los griegos y su ética eran distintos: las pasiones y los afectos se volvían contra quien no los sabía equilibrar. Al final era cosa de razonar correctamente: domar los impulsos con la sabiduría práctica. En el esoterísmo, se trata de balancear la energía, no dejarse llegar a vibrar muy bajo...En el cristianismo se trata de purificarse de la carne y el pecado...AL final, todo vuelve, en su nacimiento, al punto del ser consciente y a la persona...

No se, este tema me deja perplejo... el suicidio me parece el más paradójico de los actos, y, al final, no puedo deslindarlo del dominio de la decisión y la voluntad...Vuelve la pregunta: ¿por qué el suicida demora todo? Pienso que es desperare, un mundo que se ennegrece. Todo se iguala en una anodina indiferencia parca y gris...Los árboles se agitan al viento y es indiferente, la persona amada sonrie y pesa como el plomo... El cristianismo condena este acto. No puedo creer que sea la perdición eterna... No puedo creer que un Dios que nos hizo libres nos condene a la eternidad del horror y el dolor por ejercer una libertad en un mundo incierto y con conocimiento incierto...El juicio no es amor, y el amor es la promesa, ese es el camino, el amor es el perdón.

Lo cierto es que una presencia no volverá a dormir en una habitación, una niñita no volverá a ver la cara a la que le dice papá, unas risas y unas tallas no volverán a resonar por los pasillos...3 personas que alguna vez conocí y a las que estimé perecieron por su propia mano. Pero el mundo sigue girando. Cuando yo muera, no se que morirá conmigo: sólo se que la memoria es efímera y habrá un florero más con flores secas y una loza barrida por las hojas y el viento y el polvo, que eso somos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

tengo la idea, que ya sé que es absurda y no sigue ninguna lógica positiva, de que no somos lo que resta sobre nuestra tumbas luego de abandondar los cuerpos las almas, tengo la idea loca de que somos mas, y somo parte del todo, y la transformación es tan dura que se llama muerte pero no deja de ser como es concepto tan simple y tan complejo como el devenir de las interpretaciones de la realidad, que tanto me gustó aprender de niña: nada desaparece, todo se transforma.

Tal vez la verdad sea que no todo, pero mucho sigue ese curso. Te aseguro que pancha aun ve a su hijo a los ojos, que alejandro existe y pulula alocada e intensamente un momento y en la calma del silencio eterno otro, y que rafa...no lo sé, eso no lo huelo, no lo siento ni lo veo, te mentiría si te asugurara algo sobre él, al menos por ahora.

Matias Rivera Baeza dijo...

Solo se que no arden en el infierno eterno y eso me consuela.

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