El mundo de Borges es implacable e impersonal. Lo que le ocurre a uno no tiene importancia porque le ocurre a todos, ha ocurrido siempre y recurrirá siempre; lo que uno hace no tiene otro mérito más que ser hecho por un ser finito, destinado a la muerte: pero lo que los hombres hacen en su vida ya ha sido hecho antes y volverá a ser hecho por muchos otros, en un juego de espejos, mientras la tierra gire y el sol se levante en el firmamento: a Dios le es indiferente. El esquema de la divinidad implica cosas que al hombre que obra, sufre y busca, le son inaccesibles.
Sin embargo, hay en Borges una recurrencia que no es azar (nada lo es): el personaje tiene deparada siempre la revelación de su lugar en el artefacto de la creación; si no, Borges lo explicita. La divinidad o el narrador aclaran (para el personaje y el lector o para el lector solamente) la lógica que rige los hechos y el lugar que les cabe dentro del todo. Hay un destino, y ese destino se descifra, se revela o se explica.
Pero la trama de la vida de cualquiera, o de todos, o de nadie (poco importa ya) adolece de estos regalos: son los menos los afortunados que, en un sueño o en un hecho, puedan escuchar el llamado de la trompeta y el ángel del juicio. En su gran mayoría los hombres pasan su vida en la ignorancia de tales sutilezas: los hechos vienen y los acomodan como mejor pueden, petrificados en la costumbre, la dejadez, la disciplina, la inconsciencia, la mediocridad, el logro, la rigidez moral, la licencia, el laissez faire... Pueden creer, pero como creen todos: la vida y la verdad son agua y aceite - el pensamiento es lo que pasa cuando no se vive, cuando no se trabaja, cuando no se fornica, cuando no se bebe, cuando no se crian hijos, cuando no se maneja, cuando no se va de compras, cuando no se ve televisión, cuando no se pasa tiempo con los amigos - lo que equivale a decir que casi no se piensa. No hay narrador, no hay explicación para descifrar exactamente qué rol juegan en la madeja cósmica y el plan general. Y eso esta bien: cumplirán su rol sin saberlo, y se extinguirán sin saber, tranquilos con adscribir a Cristo o Mohammed, Smith o Marx, o a cualquiera que ordene de una vez por todas las cosas para seguir tranquilos gozando de una buena digestión y opinión de si mismos, aunque no entiendan ni tres sílabas de lo que creen.
El caso que interesa es el de los menos. Y de estos, reduciendo el universo muestral, aquellos que les sucede que escuchan el llamado pero no entienden la orden. Y el problema es que para ellos no hay intermediario que traduzca el lenguage del llamado: no adscriben a ningún credo en particular -más precisamente, el credo deja de tener importancia, ninguna respuesta ya formulada satisface, no es lo que se espera, ya no sirve:el llamado es particular, dirigido precisamente a él o ella, como algo que quema la mollera y el corazón y exige respuesta inmediata, y precisamente eso desencandena la pregunta por el rol, por el papel que se juega, por los hechos que acaecen. Y resulta que el llamado nos arrastra pero es ininteligible.
El imperativo es resolver precisamente el rol que jugamos en la madeja cósmica, y el lugar de todas las cosas, de todos los hechos: el mundo y los hechos dentro del mundo nos interpelan en una cara, en el color de una flor, en una concatenación de eventos "fortuitos", en sueños, en el despligue del tarot, en una mirada furtiva, en un pasaje de Borges... Y vemos que en el llamado esta la respuesta, en el medio el mesaje.. Pero el lenguage esta cifrado, y los símbolos se diseminan en conexiones infinitas que no podemos asir.
Al respecto, dos hipótesis contrapuestas para trabajar: 1) Dios es algo distinto de su creación como el padre lo es del hijo; 2) Dios "es" su creación, como el cuerpo y la consciencia "son" una persona.
Si 1), entonces: Es un "otro" totalmente trascendente el que nos persigue por todos los hechos, desde lo más insignificante hasta lo más apoteósico. Y no podemos culparlo de "injusto" o "cruel" o "engañador". Este simil servirá, con todas las reservas que merece tener en cuenta al usar un simil: es algo que "apunta" a otra cosa por medio de ciertas similitudes - al momento que la otra cosa se puede entrever, debe desecharse el simil, ya que el simil apunta y aquello a lo que apunta son de calibres totalmente distintos: es una escalera que debe luego desecharse. Si un computador con capacidad de razonar a partir de las ordenes que se le hacen recibiera de su creador el imperativo (el input) de descifrar por qué lo creo o cual es la misión que le encomendó, no podría esperarse que el computador buscase otra respuesta que una totalmente lógica -entendiéndose la lógica que se usa en los computadores, la de "procesar información". Sin embargo, quizás podría atisbar que hay algo más que un "razón lógica" detrás de esa creación... No tendría acceso al "interés", a el "afán de gloria", o a la "satisfacción de crear", a la "necesidad de ganarse el pan como inventor" por poner algunos móbiles que podrían mover a un hombre a crear un computador que razonara autonomamente: por tanto, le estaría vedada la verdad del "por qué fue creado". Y es que el hombre y el computador participarían de dos modos de ser totalmente distintos. Toda herramienta captura una habilidad del que la crea y la amplifica, pero no participa del resto: no podemos escribir con el martillo ni curtir cuero con él, pero sí clavar clavos, abrir craneos o hundir latones, cosas que no podríamos hacer con nuestras manos. Del mismo modo el computador, que sería una "herramienta" para "procesar inputs y producir respuestas" en vez del hombre, no podría acceder a la creación, la imaginación, la emocionalidad, etc. En el caso Borgiano, algunas veces los hombres son los instrumentos por los que la divinidad desenvuelve esta trama. Sin embargo, los personajes más interesantes son aquellos que cobran consciencia de esto, de maneras más o menos conscientes... Pero ellos son meros personajes, instrumentos en las manos de Borges como a veces nosotros lo somos en las manos de Dios. Sin embargo, pareciera que podemos remontarnos por encima de esta condición a atisbar algo más - mal que mal podemos figurarnos que hay "un propósito", sólo que nos está velado. Ahora, si el Dios que está "allá afuera" obra designos usando el devenir, y a nosotros entre otros instrumentos, entonces, según lo anterior, jamás nos será dable entender (al menos encarnados) el propósito que subyace nuestra existencia en la trama general...Incluso la experiencia mística no nos da claves al respecto: nos lleva a la experiencia de la divinidad, a "sentir" la divinidad, pero no la clave de nuestro lugar en específico hic et nunc en el devenir de los hechos: la sentimos, la entrevemos, nos confundimos con ella, pero no penetramos sus designios - de hecho, pareciera que al lograr hacer esto, dejamos de existir. La busqueda seguirá, y pasaremos la vida tratando de buscar "nuestro lugar" o el significado del estar aquí - ¿será por eso que todo misticismo invita, al darse cuenta que todo esta designado, que un destino es un destino, que sólo cabe acceptar, que "el mundo es", que "el que deja de buscar encuentra", y así sucesivamente, a abandonar la actitud inquisitiva y practicar la "inacción"?: según esto, todos los maniquies de mall serían místicos consumados, la única diferencia con el místico es que ellos se ahorraron el peregrinaje por la selva que estos se dieron para terminar en el punto de inicio...
Pero la tesis que quiero desprender de 1) es otra: Dios quiere que entendamos, y nos habla constantemente, a cada instante, a todo el mundo. Uno es libre de verlo o no, de escucharlo o no, de aceptarlo o no. Pero una vez que vemos, oimos, aceptamos, queda el problema insalvable: él tampoco puede capear lo que es, y al igual que el creador del computador no podría hacer que entendiera lo que es "el amor", tampoco él puede hacer que el hombre entienda: el computador debe tratar de entender, debe esforzarse y puede llegar a atisbar algo -si puede pensarse en un computador capaz de eso: hollywood nos dió a Veeger en "Star Trek I", una máquina que busca al creador. Mi idea es que el computador "procesador de información" que recibe la instrucción tiene que "salirse" de la forma de "consciencia" que le es inherente, al llegar a entender que con "procesar datos", no puede obtener la respuesta a la orden que le fue dada -y a través de este proceso, de ser realmente posible, esta maquina podría "activar" una "potencia" ingnota: Veeger termina "fundiéndose" con su creador, las "unidades de carbón". Así, el hombre debe tratar de descifrar la lengua en la que habla Dios, que no es articulada como la nuestra, sino que es el devenir en sí, y quizás llegue a atizbar algo: no hay culpa en Dios, no hay culpa en el hombre. Ahora, si Dios es como el adulto y el hombre como el niño, el adulto tampoco puede explicarle al niño cosas como el deber o el valor del dinero o el comportarse: se las impone porque es el único medio. Debe esperar a que el niño "vaya entendiendo", "vaya viendo", hasta que un día pueda entender. El hombre entonces tendría que ir tratando de discernir, y Dios obraría con los hechos y las circunstancias hasta que el hombre llegase a entender, como el niño llega a entender... Y nada tendría que cambiar, al igual que nada cambia cuando el hombre asume todas esas convenciones sociales, sólo que una vez que se "comprenden" y se ve "por qué son", dejan de pesar.
Si 2), entonces: Si Dios esta en todas partes, y todo es Dios, todo emana de Dios, todo vuelve a Dios, el lugar del hombre sería ser "parte de Dios". Hegel dice: el lugar en que el Espíritu l(la divinidad, la racionalidad, Dios) cobra consciencia de si mismo. El hombre sería los ojos y la consciencia de Dios... La evolución del hombre sería la evolución de Dios, el grado de desarrollo de los conceptos ontológicos, científicos, morales, estéticos, etc. del hombre, serían los de Dios. Básicamente, el desarrollo del hombre implica la mayor penetración de Dios en su propio ser (su mayor "intensión", su mayor profundidad, su mayor "ser para sí"). Esto significaría también que el "mundo" sería el "cuerpo" de Dios, ya que que la consciencia usa el cuerpo y obra sobre su cuerpo. Pero esto acarreraría que Dios estaría sujeto a las mismas vicisitudes que el hombre, que el proceso de "intensión" y de profundización del "ser para sí" de Dios a través del despliegue de la razón en la historia, cuya culminación es Occidente, conlleva el martirio del cuerpo de Dios por su espíritu, un Dios que en vez de sanar su cuerpo y fortalecerlo, lo quema el los altos hornos, lo envenena en las cloacas industriales, lo seca talando las selvas, lo surca de cicatrices con ciudades, carreteras, esmog, lo destripa, moldea, hace amorfo con la ciencia genética... La confianza en el progreso de "la razón" como civilización esta ahora en duda, con motivos sobrados... la historia de la guerra sería la historia de una parte de la consciencia divina contra otra: Dios sería un paciente psiquiátrico...Pero si Dios es el hombre, entonces, también cada momento es el momento en que puede salvarse, cambiar, sanarse... si los que viven en la consciencia de lo místico viven la eternidad por vivir el "presente" que se vuelve eterno, entonces ahora es el momento para todo, ahora es la eternidad, ahora es la salvación, ahora es el momento...Si no hay otro destino que el que dicta el desarrollo del espíritu que se conoce a si mismo por medio del proceso del despliegue histórico de la consciencia de sí (la historia de la raza humana), entonces es Dios sacándose a sí mismo del sombrero a cada instante...
A pesar que 1) es más auspicioso que 2), me inclino por 2). Salvo que no creo que Hegel haya dado en el clavo, no creo en el "progreso". Dios esta en todo, Dios es todo, Dios lo impregna todo...Incluso al hombre... Pero Dios llega al hombre "uno a la vez"... No tengo palabras ni pensamientos que puedan englobar lo que quiero decir...ni yo mismo lo entiendo ni atisbo... Supongo que aún no llego a la punta de la escalera, aún dependo de las palabras...
jueves, 22 de enero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario