lunes, 22 de marzo de 2010

De paso por la casa de orates

(Publicado Originalmente el 18/10/2008)

Donde vivo, duermo con las cenizas de mi abuela. Mi hermano es más creativo al momento de pensar que hacer con el cuerpo después de muerto: quiere ser enbalsamado y que se lo deje sentado en el living para no ser olvidado. Esta idea me seduce: me imagino casas cementerio donde muertos embalsamados pululan por todas partes entre los vivos, para ser usados de percheros, sujetavasos o ceniceros, o para ver como va quedando ese sueter que teje la abuela. Al tener visitas, uno engalanaría a sus muertos más dilectos, aplicaría maquillaje a su piel grisacea para poder presentarlos a los amigos: "este era mi abuelo, que sirvió en el ejercito y me enseño a jugar ajedrez". La muerte sería un mueble más, nada terrible, algo más que empacar en las mudanzas con un aviso de "fragil".

Eso si, con el paso de los años habrían más muertos que vivos y el bodegaje sería complicado. Además ¿como escoger quien se va a la bodega y quien se queda en la casa? Una idea sería rotar: por ejemplo, sacar una generación en verano, otra en invierno. Otra solución sería siguir usando cementerios: pero ¿como determinar con justicia quien debe ir a parar a la custodia de los angeles de piedra? Quizás pudiera legislarse al respecto y así evitar conflictos incómodos en la familia (nada más queda imaginarse el conflicto entre marido y mujer por la madre de quien se queda en la casa y la de quien se entierra).

Mientra tanto, de cuando en vez miro el pequeño cofre con cenizas en la noche antes de dormirme. Recuerdo que para los últimos momentos se le aplicaba morfina y en el velador siempre había ampollas. A veces me enojo conmigo mismo: ¿Por qué nunca me pele una?

2 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
LaNieblaesRubia dijo...

En realidad Umbral es famoso por sus artículos periodísticos. A pesar de ello ha escrito infinidad de novelas. Yo me estoy leyendo Mortal y Rosa. La escribió durante la enfermedad de su hijo, ciego de dolor e incrédulo ante la muerte.
Reconozco que me hace detenerme y llorar.

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