Febrero. Febrero es la nieve que cae. Hace apenas un més, el niño corría con su hermana sobre el manto blanco y sus pies se hundían hasta el tobillo. Ahora la peste infesta el burgo, con insidia, como las ratas que corren por el entretecho y asechan la poca comida que queda. La fiebre, la tos y la debilidad se ceban sobre su cuerpo, y yace sobre un mugriento colchón de paja. La chimenea esta encendida. El niño repasa el mundo con los ojos por última vez.
Las sombras de las cosas saltan y bailan con el fuego, y sobre este fondo cambiante que se parece al sueño, las circunstancias tienen a bien que el gato este vivo y retoze cerca del fuego. Hay también una esfera de cristal que era de su padre. El niño solía jugar con ella a hurtadillas. Ahora, sólo puede detener sus ojos sobre el gato, que asecha la esfera. El felino se recuesta de lado cerca de la esfera, estira sigilosamente una pata y de un zarpazo rápido en su cautela, la esfera rueda por el piso. Por unos minutos, el gato perseguirá la esfera por la habitación, tratando de atenazarla, alejándose y luego atacando, y este será el postrero regalo que se llevará el niño al cerrar los ojos.
Sueña que juega con la esfera como antes, y mira los reflejos que da sobre el piso a contraluz, y en el sueño vuelven a estar su hermana y su padre, y las risas y el caldo de papas en la mesa. El gato vuelve a tenderse, aburrido. El niño ha muerto.
viernes, 9 de abril de 2010
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4 comentarios:
El horror de la Peste Negra, siempre lo pensé como un suceso sin particulares. Considerándolo bajo la luz de este microrrelato, creo que contar sus particulares tomaría una eternidad. Mejor resumirlos en un niño y un gato.
maravilloso, me arrancó lagrimas...
hermit
Muy,corto, muy potente y muy emotivo.Te felicito, es dificil estampar tanto en tan pocol
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