Arde Mundo. Qin Shi Huang lo manda. Ardan libros, como ardieron los hombres en el campo de batalla. La paz es la muerte. La paz son los buitres y el muro. La paz son los miles, llevando la roca que levanta la barrera que mantiene lejos al bárbaro Mongol. Arde mundo, arde. Tse Yang no se preocupa. En las montañas y la niebla, dedica su vida a su arte único. Los bosques rayados del bambú albergan al tigre que busca su ojo y su mano, ese que caza y mata y prolifera sigiloso. Extiende día tras día un papiro sobre el suelo de una choza y el pincel traza laberintos de negro y amarillo sobre el fondo blanco. Los hombres buscan siempre un pensamiento y una obra, y Tse Yang busca al tigre que dibuja mientras medra el pelo en su cabeza y el tiempo aja su piel. Puede caerse el muro, pueden morir a miles los hombres, nada puede acabar con los tigres que nacen, uno tras otro, para traer la muerte a bestias y a hombres sobre estas laderas eternas. Nada detiene la concentrada maestría del pintor de tigres.
jueves, 24 de noviembre de 2011
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