viernes, 4 de noviembre de 2011

Bancas de Plaza

En el atardecer
en alguna de las plazas incontables 
de esta ciudad bien amada,
coinciden los ancianos
con bastones y bufandas 
pantalones y suspensores,
niños yendo y viniendo en sus juegos 
entre burbujas efímeras y algodones de azucar,
todo bajo la mirada atenta y ajena 
de padres y madres aburridos
colgados a sus celulares

Tañen las campanas de la iglesia,
llamando a los feligreses a congregarse
en números que menguan año a año
(a diferencia de la Grecia pagana, 
este época monoteísta no mira con buenos ojos 
a los hombres de Dios, codiciosos de la inocencia infantil)
salvo por las palomas, que dejan su tarea única de picotear   
y alzan el vuelo, atendiendo fieles como nadie 
el llamado de Pedro

Pronto la plaza quedará desierta,
sin niños, sin padres, sin viejos, sin palomas.
Aparecerán tímidos los adolescentes 
perfumando el aire de cannabis, bebiendo cerveza, 
tanteando torpemente las pulsiones que los llenan 
mientras las botellas van quedando vacías 
y los pitos desaparecen de a fumadas ansiosas y rápidas.

Casi todos he sido: 
el niño y la maravilla sin culpa y sin entendimiento;
la manzana, la rebelión, el bien y el mal
que signan el deseo, develamiento de vicio de virtud, 
caída, albedrío 
la salida del paraíso/matriz;
el trabajo, las deudas, 
una amada encinta, 
la paternidad, los años de matrimonio, el fracaso, la separación

Las canas en mi barba comienzan a fructificar: 
es la medianía de la vida recordándome 
que sólo queda envejecer. 
Una vez más
la soledad se sienta a mi lado en esta banca de listones verdes.
La soledad y la muerte son espejos, 
y compartiendo esa misma naturaleza, 
son la misma cosa.

 Dada a socializar,
conversaré con la soledad y los faroles se encenderán,
y se vendrá la larga noche de neón,
de fantasmas, de deudos.

La banca esta llena de  nombres y fechas,
insultos y bromas que leeremos juntos
sin tomarlos en serio.
Es que pensamos también las posibilidades que no fueron,
abandonándonos como Sócrates a entender
y ponderar. 

Todo esto durará hasta que el presente se presente
imperativo como siempre. Las tripas piden comida,
los huesos piden descanso y los ojos sueño.
Aparte, con el tiempo me vuelvo repetitivo,
pensando y escribiendo en innumerables variaciones
los mismos temas, la misma ciudad y sus mismas penas.
Las disculpas del caso a mis pacientes parroquianos.
Buenas noches.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como siempre, un muy buen escrito que entremedio asoma imágenes brillantes. Debe haber otras salidas para tu energía creativa, en todo caso, que sean diferentes a estos temas en los que recurres. Soledad y muerte, como si no tuvieras por lo menos 40 años por delante, graduaciones, bailes, casorios, nietos, y todo tal vez den otro orden, sin contar lo de afuera, lo que no cuenta... H.

Matias Rivera Baeza dijo...

Con los años pienso: ¿habría habido alguna manera que los niños hubieran existido y yo hubiera sido su padre, sin que hubieras existido tu? De haberla habido, la habría implementado... No te deseo mal, pero no te guardo cariño alguno. El único consuelo que encuentro por haberme topado contigo, son los niños. Estoy tranquilo: sé que pienses lo mismo. Por fin en algo estamos de acuerdo.

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