En el atardecer
en alguna de las plazas incontables
de esta ciudad bien amada,
coinciden los ancianos
con bastones y bufandas
pantalones y suspensores,
niños yendo y viniendo en sus juegos
entre burbujas efímeras y algodones de azucar,
todo bajo la mirada atenta y ajena
de padres y madres aburridos
colgados a sus celulares
Tañen las campanas de la iglesia,
llamando a los feligreses a congregarse
en números que menguan año a año
(a diferencia de la Grecia pagana,
este época monoteísta no mira con buenos ojos
a los hombres de Dios, codiciosos de la inocencia infantil)
salvo por las palomas, que dejan su tarea única de picotear
y alzan el vuelo, atendiendo fieles como nadie
el llamado de Pedro
Pronto la plaza quedará desierta,
sin niños, sin padres, sin viejos, sin palomas.
Aparecerán tímidos los adolescentes
perfumando el aire de cannabis, bebiendo cerveza,
tanteando torpemente las pulsiones que los llenan
mientras las botellas van quedando vacías
y los pitos desaparecen de a fumadas ansiosas y rápidas.
Casi todos he sido:
el niño y la maravilla sin culpa y sin entendimiento;
la manzana, la rebelión, el bien y el mal
que signan el deseo, develamiento de vicio de virtud,
caída, albedrío
la salida del paraíso/matriz;
el trabajo, las deudas,
una amada encinta,
la paternidad, los años de matrimonio, el fracaso, la separación
Las canas en mi barba comienzan a fructificar:
es la medianía de la vida recordándome
que sólo queda envejecer.
Una vez más
la soledad se sienta a mi lado en esta banca de listones verdes.
La soledad y la muerte son espejos,
y compartiendo esa misma naturaleza,
son la misma cosa.
Dada a socializar,
conversaré con la soledad y los faroles se encenderán,
y se vendrá la larga noche de neón,
de fantasmas, de deudos.
La banca esta llena de nombres y fechas,
insultos y bromas que leeremos juntos
sin tomarlos en serio.
Es que pensamos también las posibilidades que no fueron,
abandonándonos como Sócrates a entender
y ponderar.
Todo esto durará hasta que el presente se presente
imperativo como siempre. Las tripas piden comida,
los huesos piden descanso y los ojos sueño.
Aparte, con el tiempo me vuelvo repetitivo,
pensando y escribiendo en innumerables variaciones
los mismos temas, la misma ciudad y sus mismas penas.
Las disculpas del caso a mis pacientes parroquianos.
Aparte, con el tiempo me vuelvo repetitivo,
pensando y escribiendo en innumerables variaciones
los mismos temas, la misma ciudad y sus mismas penas.
Las disculpas del caso a mis pacientes parroquianos.
Buenas noches.
2 comentarios:
Como siempre, un muy buen escrito que entremedio asoma imágenes brillantes. Debe haber otras salidas para tu energía creativa, en todo caso, que sean diferentes a estos temas en los que recurres. Soledad y muerte, como si no tuvieras por lo menos 40 años por delante, graduaciones, bailes, casorios, nietos, y todo tal vez den otro orden, sin contar lo de afuera, lo que no cuenta... H.
Con los años pienso: ¿habría habido alguna manera que los niños hubieran existido y yo hubiera sido su padre, sin que hubieras existido tu? De haberla habido, la habría implementado... No te deseo mal, pero no te guardo cariño alguno. El único consuelo que encuentro por haberme topado contigo, son los niños. Estoy tranquilo: sé que pienses lo mismo. Por fin en algo estamos de acuerdo.
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