jueves, 6 de mayo de 2010

La Primera Lluvia

Hoy llovió por primera vez, y salí a caminar insomne bajo el cielo nocturno claro y el frio posteriores. Es cierto que han habido otras lluvias este año, pero siempre hay una, como hoy, que echa a andar el invierno sobre mi vieja y querida ciudad. Con ella, el otoño ha comenzado a caer amarillo, café y rojo sobre los patios y las veredas y pronto los árboles alzarán sus huesudas ramas ennegrecidas al cielo cargado como manos de pesadilla.

Siempre sucede lo mismo, pero hoy he notado el olor de la tierra mojada y el pino filtrándose por mis narices. Recuerdo que hace dos años llovió también, y salí a pasear un llanto amargo por las calles envueltas en una neblina densa. Esa noche, vagando, me esperaba relumbrando en el pavimento una medallita del corazón de cristo que me acompaño meses largos en los que fui sabiendo poco a poco que había perdido a mi compañera de 14 años, y frotarlo entre mis manos me sostuvo. Recuerdo que alguien escribió, muy bien de hecho, que la lluvia araña, y mi respuesta fue que la lluvia era también como un bautismo.

Me siento sólo otra vez, y por eso me gusta caminar en la noche cuando ha llovido: las personas se guardan del frío y la ciudad queda para mis pasos y para los quiltros que ladran y persiguen el poco tráfico y las escasas micros vacías. Es un buen momento para despedir lo que se ha perdido y para sentir que la llovizna que moja mi calva lava y purifica y prepara la llegada de otras caras, otras alegrías y otras penas. El creador ha puesto arte en estos cíclos simples y necesarios. Sea una medallita o el olor a tierra mojada y la luna brillando sobre el frío, siempre hay consuelo para el que tiene ojos para buscarlo, y sé una vez más que Junio son cielos pálidos pero sé también que estos cielos mudarán y estarán exhuberantes de ventolera y volantines en Septiembre. En el invierno el mundo deja atrás el color y la luz y las faldas y los ombligos al aire para mi deleite, para que pueda volver a lucirlos y llegue el verano. El camino del Tao es asemejarse a las cosas del mundo, y en el invierno tenue del alma, entiendo que pronto "la luz habrá tiznado gente sin fé"...

Por eso me gusta la lluvia.

2 comentarios:

anónima.pelusona dijo...

viste 'el mismo amor, la misma lluvia' de Juan José Campanella? si no, te la recomiendo.

Matias Rivera Baeza dijo...

Jamais. Voy a echarle un vistazo. Grato tenerla de vuelta, aunque sigue sin descubrirse.

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